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La bolita de marfil

By 1 de novembre de 2021novembre 28th, 2023No Comments

Historias para un centenario presenta esta emotiva historia firmada por la maestra jubilada valenciana, Lupe Marín, que utiliza el recurso epistolar para contarnos la historia de la maestra comunista, Consuelo Nicolau, asesinada después de la Guerra Civil española.

Querida Consuelo:

Como me gustaría que esta carta llegara a su destino. La escribo porque necesito saber cosas tuyas, de tu vida, de tus andanzas, de tus sentimientos y de tus pensamientos. Te preguntarás a que se debe ese interés por ti; muy sencillo: por afecto. Sonreirás y dirás: ¡pero si no me conoces! Es verdad, no te conocí, un montón de años nos separan.

Entonces, ¿qué es lo que nos une?… Que tienes una alumna que te recuerda. Se llama Pura y tiene noventa y cinco años. Y es amiga mía. En su recuerdo (y por lo tanto tu imagen para mí) siempre serás una mujer joven. Una maestra joven, de pelo corto y traje de chaqueta. Los recuerdos pueden estar distorsionados por el tiempo, pero los sentimientos de Pura hacia ti no han cambiado un ápice desde niña. Entonces yo te veo a través de su memoria y estoy intentando reconstruir tu vida. Tarea nada fácil para mí.

No sé nada de tu infancia, sólo que naciste un 18 de noviembre de 1911, en Valencia. Tu nombre Consuelo Nicolau Soler. Me gustaría tanto saber cómo era tu familia, donde estudiastes, a qué jugabas. Sí que sé que de muy joven, ya eras comunista. Que tu entorno lo formaban personas tan significadas del PC valenciano como Manuela Ballester, Renau, Pilar Soler, Rafael Pérez Contel, los hermanos Gaos… Y las maestras: Milagros Escales, Magdalena Marzal, Enriqueta Agut miembros del PCE.

Con veintidós años ya eras maestra y tu primer y único destino fue a un pueblo del interior de la provincia de Valencia llamado Alcublas. Un pueblo situado en la comarca de la Serranía entre la Sierra Calderona y la Sierra de Andilla, que seguro te sorprendió por su tranquilidad comparándolo con la bulliciosa capital valenciana de los años treinta. Los vecinos de Alcublas te confundían con tus alumnas cuando ibas por el monte a pasear y a recoger material para la clase, porque tú eras una de esas maestras republicanas tan preparadas que utilizaban las corrientes pedagógicas más innovadoras, aquellas que formaron y utilizaron en sus aulas el material Montessori, las técnicas Freinet, los centros de interés decrolynianos.

Allí te integraste enseguida pues al ver que los hombres recibían clases nocturnas impartidas por maestros que pagaba el ayuntamiento, te ofreciste a dar clases a las mujeres gratuitamente (como consta en el acta el libro de actas de 1934 al 1939 en la sesión del 15 de octubre de 1935). Consuelo, no podías permitir que las mujeres no tuvieran derecho a la cultura porque tu militancia y tu creencia era garantizar la educación para que los ciudadanos y ciudadanas tuvieran unos nuevos valores democráticos, libertad de pensamiento y defensa de la República.

Pero llegó la guerra, y te fuiste de Alcublas. Como a otras maestras de demostrada fidelidad republicana, recibes la llamada para dar clases en el Instituto de Asistencia Social Mestre Ripoll (anteriormente Casa de la Beneficencia, dependiente de la Diputación de Valencia) para impartir clases a niños y niñas evacuados. A dicha institución, como a otras del mismo tipo, convocaban a las maestras más capacitadas y comprometidas con la pedagogía republicana. Pura me cuenta que tú le dijiste a su madre que te dejara ir con ella a Valencia para seguir estudiando, pero claro, su madre no lo permitió.

También sé que escribiste un cuento infantil, cuya primera impresión fue en 1934 y una segunda en 1937. Se llama «La bolita de marfil» El cuento tiene un objetivo ideológico, nada que sorprenda pues en los años en que se publicó (1934 y 1939) acontecieron dos momentos claves para la República: el triunfo de las derechas en las elecciones del año 1933 y la guerra en el año 1936, por lo que la izquierda debía movilizar a la gente por la defensa de valores democráticos.

Mucho te debió afectar la guerra y por eso en la edición de 1937 escribes esta justificación de la incursión republicana en la guerra:

“¡NIÑOS”: Los antifascistas no queremos la guerra! La hacemos porque nos obliga a ello el fascismo. Pero nuestro pensamiento es guerrear sin descanso hasta acabar con el fascismo, pues cuando consigamos esto, las personas dejarán de matarse entra sí y dedicarán todas sus fuerzas a construir una vida nueva donde el rico no sea el dueño de todo y tampoco pueda, por tanto, conducir a la pobreza y a la miseria a los trabajadores y a sus hijos”

La historia de «La bolita de marfil» tenía un fondo social que quería enseñar a los niños y niñas que el capitalismo oprime a los trabajadores y que la unión de estos puede acabar con esa situación. Está escrito como un cuento tradicional, en la que se enfrentaban los ricos capitalistas y fascistas a los trabajadores pobres pero solidarios. No podía ser de otro modo, ¿verdad Consuelo? En ese momento no cabían las medias tintas.

Este tipo de cuentos ayudaban a los niños y niñas a entender mejor la situación en la que se encontraban, tan diferente a la época de paz. Cada partido tomó sus opciones frente al tema del adoctrinamiento de la infancia. Consuelo, tal y como pensaba el PCE, creíste en el beneficio de educar a la infancia con convicciones como la solidaridad y la unión de los trabajadores frente al capitalismo.

En resumen, el cuento dice así:

El héroe en un niño, Periquillo de nombre, que ha perdido a su padre en el mar durante una tormenta. Solamente posee una bolita de marfil regalo de un viejo amigo de su padre. Esta bolita era un regalo de un caballito de mar al viejo marinero.

La embarcación de Periquillo llega a una ciudad desconocida. En la ciudad había un enorme castillo. El niño preguntó por el dueño y todos le contestaban asustados: del “señor”. Después un campesino le explica que todos en la ciudad trabajan para el señor de castillo y que como su hija se iba a casar les obligaba a hacer el ajuar y estaban agotados. Habían querido hablar con él, pero era un hombre rico y vanidoso y no los quiso recibir.

Periquillo iba paseando con las manos en los bolsillos preocupado por lo que le habían dicho y tropezó con su bolita. De pronto oyó una voz muy fina que le dijo que era su bolita. Saltó del bolsillo y se puso frente a él.

– Te voy a decir lo que tienen que hacer en el pueblo. El señor tiene una rara enfermedad que no ha podido curar nadie. No puede ver a más de cincuenta personas juntas. La gente reunida le produce tal pánico que enloquece.

Periquillo se fue corriendo al pueblo y dijo a la gente:

– Vayamos todos juntos a ver al señor. Nadie ni criados ni soldados podrán oponerse a nosotros. Nuestra fuerza será invencible.

La gente convencida gritaba: ¡Al castillo! ¡Al castillo!

Cuando llegaron golpearon con fuerza la puerta. El señor perdió la serenidad y sin saber lo que hacía abrió la ventana. La vista de tanta gente le llenó de terror y se arrojó por el balcón al abismo.

Todo ha cambió en la ciudad. El castillo se convirtió en propiedad de todo el pueblo. Y la bolita ha regresado al mar con su amigo el caballito.

Leído ahora te diré Consuelo que resulta un tanto ingenuo. De este tema me gustaría mucho hablar contigo…

Después de la guerra te perdemos de vista. Pura dice que tu madre coincidió con una tía suya (en la cárcel Provincial de Valencia) y le contó que habías muerto de tuberculosis al finalizar la guerra. No lo he podido confirmar. Si me contestaras a la carta todo quedaría solucionado. Mientras lo haces estoy intentando averiguar consultándolo a diversos organismos y preguntando a todos los que muestran interés hacia ti. A lo mejor la lee alguien que sabe de ti y también me cuenta algo. Nunca se sabe…

Consuelo no queda ya nada más que despedirme. Tu alumna Pura Cubells te manda muchos besos y que te diga que se acuerda mucho de todo lo que vivió contigo. Muchos besos también de mi parte.

Hasta siempre

Lupe Marín